Por otra parte, son una clase de depósitos que de ninguna forma están vinculados a otros activos financieros (acciones en bolsa, fondos de inversión o índices financieros). Como estrategia algo más agresiva para incrementar su retribución todos los años. Sino que por el contrario, se rigen bajo planteamientos muy tradicionales que no ofrecen novedades de cierta relevancia a los demandantes de este producto financiero.
Además, habitualmente conllevan unas comisiones por cancelación anticipada que es mucho más exigente que en los otros casos. Con cuantías que oscilan entre el 0,50% y 2% sobre los beneficios obtenidos.
Imposiciones crecientes bajo una mayor rentabilidad
Para conseguir que el tipo de interés sea más competitivo bajo estos planteamientos comerciales no quedará más remedio que suscribir los depósitos denominados como crecientes. Son productos que anticipan también sus beneficios pero con una estructura algo diferenciada. Es decir, irán aumentando el interés de forma gradual hasta alcanzar en el último trimestre su máxima remuneración.
No obstante, tienen dos problemas para ser contratados que deberán ser analizados con mucho detalle. Por una parte, sus plazos de permanencia son más elevados y por otro lado no podrán ser cancelados antes de su vencimiento en ningún momento. Hasta el punto de que los tendrás que tener en cartera hasta el final, aunque te hayan liquidado buena parte de los beneficios generados.
Esta es una modalidad en los depósitos por la que los bancos tratan de captar el ahorro de sus clientes. Pero mucho cuidado con su publicidad ya que suele resaltarse sobre todo su rentabilidad en el último periodo de permanencia, no hallando la media de todos los meses. Con una divergencia de unas cuantas décimas porcentuales sobre el resultado final. Por este motivo, los depósitos crecientes suelen originar más de una incertidumbre entre sus demandantes. Como por ejemplo, que no sepan con claridad cuál es el interés que van a recibir por depositar su dinero.